Relato#1

Con esta premisa, esta al lector y a la lectora leer estas historias: hay dos tipos de pensamientos, los reales y los imaginarios. Los últimos son sin duda los más reales.

Seguramente el hecho de que sea mi primer blog cuenta tanto, pero debo reconocer que la idea de escribir y compartir estas "Historias para ser libre" me entusiasmo desde el principio porque solo en este maravilloso mundo de la escritura encuentro la verdadera libertad para contar lo que llamo mi vida en viaje.

Desde pequeña era una soñadora insaciable y quería cambiar el mundo. Después de un tiempo me di cuenta que solo podía cambiarme a mi misma.

Me llamo Jai Indere, mi nombre real es otro y estoy dispuesta a revelarlo, pero prefiero llamarme así públicamente en un mundo virtual donde nuestra privacidad ya no existe.


Tengo tres títulos, pero lo digo con humildad porque en mi país natal México, la educación es un derecho, no un privilegio. Lo que significa que la educación básica, media y superior es gratuita.

Me gradué como arquitecto y poco después obtuve una beca para realizar una maestría en urbanismo con un enfoque socioambiental en un centro reconocido de investigación en ciencias sociales y soy intérprete en danza de concierto (ballet) y danza contemporánea por el Instituto Nacional de Bellas Artes.

Desafortunadamente, debo decir que no es importante qué profesión tienes y normalmente las personas tienden a definirse así mismas de acuerdo a sus profesiones y no a lo que son.

Ciertamente, la universidad no está interesada en crear individuos pensantes, que sean auténticos y con frecuencia, crean profesionistas que sirven más a una estructura y al poder.

Afortunadamente, mi familia escogió una escuela que, sin duda, ha contribuido a ser lo que soy. La Academia de la Danza Mexicana (ADM), fue creada por un grupo entusiasta de artistas e intelectuales que creían que un verdadero bailarín o bailarina debían ser no solo capaces de interpretar una danza sino de ser coreógrafos y protagonistas de su propia obra.

La educación escolar comenzaba en el quinto año de primaria y terminaba en el tercer grado de preparatoria. Ocho años en total (para obtener una licenciatura como intérprete en Danza de Concierto), porque en México tenemos el sexto grado a diferencia de Italia donde la primaria tiene cinco.

Extrañamente, la academia atrajo más a una audiencia de izquierda y lamentablemente, este proyecto fue retirado lentamente por el gobierno que no nos miraba con buenos ojos. 

Y gracias a una larga huelga por más de un mes afuera de la escuela y un plantón en las escalinatas del Palacio de Bellas Artes liderada por los estudiantes o mejor dicho las estudiantes (porque había muy pocos hombres, debido al prejuicio de meter a los niños a estudiar danza) y claro está a la ayuda de los padres de familia, ya que los alumnos más grandes iban en primero de preparatoria. Fue posible reconstruir la escuela que había sido destruida, pero la academia nunca fue como antes, aunque era ya demasiado tarde porque las semillas del proyecto estaban en lo más profundo de cada uno de nosotros.

La generación arriba de nosotros fue suspendida y no obtuvieron sus papeles ni tuvieron su graduación. Así que nuestra generación fue la última que experimento que cosa era una educación alternativa. 

La escuela todavía existe y pertenece al Instituto Nacional de Bellas Artes, antes de la huelga, maestros y estudiantes eramos iguales y se hablaba a los maestros de tu y con respeto.

Siempre nos impulsaban a preguntar y participar abiertamente. Comíamos juntos en la escuela y pasamos la mayor parte del día incluso hasta la tarde alternando las materias artísticas con las académicas como danza clásica, contemporáneo, español, historia de la danza, pintura, escenografía, matemáticas, teatro, inglés, coreografía, teatro, artes plásticas, química, música, etc. Y tenían el mismo valor y si reprobabas una artística repetidas el año porque no había exámenes extraordinarios.

El director o mejor dicho la directora (porque no recuerdo haber tenido ningún director), eran electos democráticamente por maestros y estudiantes. Y leíamos tantos libros que muchas veces era imposible terminar y debo confesar que era mi madre quien los terminaba de leer para contarme el final.

Para concluir cada ciclo escolar, realizabamos "prácticas escénicas" profesionales en el Teatro de la Danza, el Teatro Gorostiza y el Teatro Carlos Pellicer abierto al público al final de cada año escolar. Recuerdo incluso que nos inyectan vitaminas para aguantar la temporada porque entrabamos a las ocho de la mañana al teatro para marcar la función y nos obligaban a hacerlo como si fuera la función, después se hacía la función general con vestuario y a las ocho de la noche doce horas después era la función.

Debo reconocer desafiante para una niña pequeña, pero sin duda grandioso para desahogar toda la pasión y el talento escondido dentro de nosotros.

Ciertamente, con la llegada de la adolescencia y con el gobierno atento a lo que se hacía y decía la academia lentamente comenzó a ser una escuela igual a todas y hasta se puso un policía en la puerta. Al final mi desenfrenada adolescencia me hizo abandonar la academia el último año e inmediatamente después tuve que ir a una escuela normal y por primera vez entendí que significaba el condicionamiento y la autoridad.

De las veintitantas niñas que entramos solo se graduaron cuatro y solo una de ellas se dedicó a enseñar danza pero todas nos titulamos en la universidad y aunque casi todas salimos odiando la danza y su disciplina puedo decir incluso veintisiete años después que cada vez que nos reunimos afuera de la Academia para recordar una etapa tan importante de nuestras vidas, coincidimos que si pudiéramos regresar el tiempo y elegir entrar a la academia diríamos todas que si.

Y con absoluta felicidad puedo decir hoy que fue la mejor experiencia de nuestras vidas haber tenido una formación académica y artística paralelamente, aunque debo confesar que siempre me he sentido diferente a los demás, siempre me percibí más madura que las personas de mi edad y sé soy quien soy por mi paso en la academia y sin duda me ha servido positivamente para poder enfrentar la vida como adulto. 

Y tengo la certeza que la ADM permanecerá por siempre en los recuerdos más hermosos de mi niñez y juventud, donde estudiar era un placer y profesores apasionados nos leían en voz alta obras como "El nombre de la Rosa" de Umberto Eco y fue la época dónde experimente mi primer amor por la Filosofía.

Desde el primer año eramos capaces de interpretar nuestras propias obras, crear la coreografía, construir y diseñar la escenografía, buscar la música y profundizar en la temática a representar.

Recuerdo que mi generación no se graduó como todos en el Palacio de Bellas Artes porque se ofendió al Ballet. Habíamos creado una obra donde se cuestionaba a la perfecta imagen de la bailarina. Bailábamos vestidos como bailarinas-amas de casa gordas con escoba y trapo en mano.

                         (Está  foto fue hecha veintiseis años después en la puerta de la ADM)

Todo esto sucedió en la Ciudad de México entre 1985 y 1994, después mis padres decidieron mudarse a un pequeño pueblo y después de las últimas aberraciones de la adolescencia, finalmente decidí aceptar que la capital no era el único lugar del mundo y que por difícil que me podría parecer la idea, me enamoraría muchas veces más.

Y así fue (me enamoré), que me mude a Guanajuato para realizar la universidad. Era la primera vez que viviría sin mis padres y nadie más que yo sería mi propio juez, aunque todavía dependía económicamente de mis padres.

Por suerte, el ADM había dado sus frutos y yo era bastante disciplinada y tenía un gran amor por el conocimiento, así que termine la universidad sin problemas (casi) a pesar de la vida bohemia de una ciudad universitaria, llena de bares y jóvenes.

Ciertamente salía a divertirme hasta los lunes, pero a diferencia de muchos otros, yo tenía que levantarme temprano para entrenar porque era parte del grupo profesional de danza contemporánea llamado "Foro libre" (no había notado que la libertad me sigue, estoy bromeando), donde finalmente fui reconocida como bailarina y aunque no ganaba ni un centavo, el aplauso era suficiente y cuando se cerraba el telón del Teatro Principal y me sentía satisfecha.

Dije casi porque otra vez, quise dejar la universidad el último año e irme con mi segundo novio a luchar con los indígenas a Chiapas, al igual que un grupo de italianos llamados "monos blancos".

Para aquellos que no lo saben, en 1994 los indígenas declararon la guerra al estado mexicano y el pueblo estuvo de su parte en reivindicar los derechos e imagen del indio.

Pero esta vez mi madre me dijo: NO tu terminas la universidad y después yo nunca te diré nada de que debes hacer en tu vida. Yo termine la universidad y mi madre son casi veinte años que ha respetado su promesa.

Guanajuato, así se llama la ciudad donde estudie arquitectura es una ciudad barroca patrimonio de la humanidad, llena de arte y eventos culturales ya que se celebra en Festival Internacional Cervantino considerado uno de los 4  festivales mejores en el mundo y es miembro de la Asociación Europea de Festivales.

Así una vez más mi formación  académica no estuvo ausente de la parte artística y pude ver los mejores eventos como el  ballet Bolshoi de Moscú, a Compai Segundo, Pablo Milanes de Cuba, Eugenia León, Tania Libertad, Lila Downs destacadas compositoras mexicanas, a Nedherlands Dans Theater del coreógrafa Jîrí Kilían y el Teatro virtual de Canadá y cientos de artistas más.

Una ciudad encantadora, colorida, construída en desniveles, callejones de piedra y tuneles subterráneos.

Una ciudad preferencialmente peatonal por donde era posible caminar lentamente sin la prisa de la capital que parecía recompensar a los más rápidos y me percate de ello, gracias a que un compañero una vez me detuvo para preguntarme ¿a dónde vas con tanta prisa? y sorprendida de no saberlo me percate que caminaba velozmente sin sentido y ese día pude disfrutar de un paseo y observar un cielo azul nunca visto en mi ciudad natal.

Mi formación universitaria estuvo basada más en la parte teórica, histórica y crítica de la arquitectura ya que tendencialmente prefería escoger materias ligadas a profundizar la arquitectura como ente social y testigo de su historia.

Así tuve la oportunidad de tomar materias de la Maestría que por primera vez se daban a nivel universitario como iconografía del virreinato enseñada por una de las mejores investigadoras una Doctora en química y experta en restauración quien nos mostró uno de los 3 mejores microscopios de América Latina al cuál trataba con amor como si fuese un ser vivo. Nos llevaba a recorrer las iglesias barrocas de la zona explicando cada icono con una delicadeza, sabiduría y vehemencia nunca vista.
Sin duda, una de las mejores lecciones que aún llevo en mis recuerdos más profundos.

También obté por tomar restauración de monumentos con un Doctor que había estudiado en Italia y admiraba por su profunda sensibilidad y pasión. Y una gran Doctora que nos daba, Critica de la arquitectura fue quien asesoró y dirigió mi tesis.

Estoy segura fue ella quien me  motivo profundamente a seguir mi formación teórica e influenció mi manera de ver la arquitectura con una visión más analítica y reflejó de nuestra sociedad.

Ciertamente amaba proyectar y pase largas horas de mi carrera realizando maquetas  (mi juego favorito de niña donde construía ciudades principalmente con libros, donde mi único limite evidentemente no era la creatividad sino el tener que ordenar, aún hoy día a mis 43 años me divierto tanto jugando lego) y dibujando a lapiz la ciudad barroca de Guanajuato.

Recuerdo haber dejado volar mi imaginación construyendo deconstructivismo siempre fui vista como utópica y futurista pero se premiaba mi creatividad. Sin embargo, aunque amaba proyectar sentía que ese genero de arquitectura pertenecía a un sector minoritariamente rico y me sentía más comprometida
con el pueblo porque ciertamente era consciente de la realidad histórica y percibía un gran abandono en este sector. Ya que obviamente los pobres (que ocupan más del 60% de la población según Julio Boltvinik uno de los expertos en dicha temática), no se podían permitir pagar a un arquitecto. Por ello, creía fundamental que le correspondía al Estado regular el sector habitacional.

Razón por la cual, me titule con una casa ecológica de interés social, la cual ofrecí gratuitamente a organismos de vivienda sin encontrar Forum.La ecológica en ese entonces,  hablo del 2000 nisiquiera una bandera para ganar votos.

Después por elección y un poco de nostalgia volví a la capital porque quería profundizar en la temática socioambiental, ya que al realizar la investigación de mi tesis, tristemente me di cuenta de que no bastaba una casa ecológica sino de una ciudad que respetara su entorno y fuese responsable y participe del cuidado y protección del medio ambiente (environment) y el único máster con estudios urbanos no planificación urbana con un enfoque sociológico y ambiental se encontraba en la ciudad de México.

El Colegio de México, conocido como el Colmex, es un centro de investigación en ciencias sociales y humanística reconocido con excelencia académica, que durante mi estancia recibió el premio Príncipe de Asturias y donde cada uno de los estudiantes tienen una beca para dedicarse solo a estudiar.

Obviamente debo decir que tienes que estudiar mucho sin tregua alguna, pero recuerdo mi estancia en el Colmex como muchos llaman, como una época gloriosa, llena de estímulos donde la puntualidad, el desempeño académico y la pasión eran premiadas.

No recuerdo haber tenido tiempo para el ocio y justo por ello recuerdo nítidamente los momentos como cuando se iba a bailar salsa con los historiadores colombianos o cuando con un grupo amigos europeos y mexicanos  estudiantes todos del colmex de diversos doctorados (historia, sociología, demografía, etc). decidimos un fin de semana largo hacer una peregrinación caminando tres días casi sin parar excepto para comer, dormir y reposar. Una peregrinación famosa llamada Chalma donde ciertamente ninguno de nosotros eramos creyentes pero significó un viaje al conocimiento, un esfuerzo físico y mental que nunca olvidaré y recuerdo con detalle cada momento magistral.

Un aprendizaje, que me sirvió para toda la vida donde lleve a mi cuerpo físico y mental a superar mis propios limites y cuando lo logras te sientes inmortal te invade una sensación de bienestar y gratificación vitales para el ser humano.

Después no parabamos de reír porque cuando intentamos levantarnos (después de sentarnos a comer unas exquisitas quesadillas hechas a mano y un café de olla), ya no nos podíamos parar. Era como si nuestro cerebro habese mandado la última señal al cuerpo y el cuerpo obediente hizo caso sin cesar.

Para mi estudiar en el Colmex  fue un gran honor y fui la mujer más feliz del mundo donde pude profundizar sobre las ciudades y el medio ambiente a través de los estudios urbanos. Cada clase parecía una ponencia magistral y contábamos con una de las mejores bibliotecas de América Latina donde fue necesario un curso para poder acceder a ella, ya que un libro mal colocado podría significar la pérdida de él aunque físicamente estuviera ahí.

Y justo cuando termine mi tesis después de cuatro años intensos, decidí hacer una mochila, dejar mi departamento que por primera vez con la beca podía pagarme por mi misma y me decidí a partir.

Partir a la deriva a una playa nudista llena de extranjeros, pero esta vez no tenía boleto para regresar y con una sensación de libertad infinita, emprendí mi primer viaje sola, pero esa es otra historia.

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